Como «Los niños de la tarde»

Nos conocimos de la mejor manera posible, en un campo de fútbol.

Yo iba a jugar al Fuenlabrada y Miguel era el entrenador.

Igual que cuenta en el libro, yo también perseguía un sueño, el sueño que tienen muchos chavales en estos días: dedicar mi vida al fútbol.

Después de una semana entrenando por fin llegaba el primer partido y yo quería demostrarle que podía contar conmigo. Tras la charla inicial empezó a nombrar el equipo titular y dijo: “con el uno Raúl, con el dos Castro, el 4 Guti…” hasta los 11 primeros, entre los que no estaba. Como suplentes van a jugar tal, tal, tal y tal entre los que tampoco estaba. Y en la grada se van a quedar tal, tal y tal entre los que tampoco estaba. En ese momento levante la mano y le dije: “Mister, Mister, que a mi no me has dicho” y él, con cara de extrañado, me miró y dijo: “perdona chaval… ¿tú cómo te llamabas?”

Evidentemente no empezamos con buen pie, pero yo no bajaba los brazos porque quería jugar en ese equipo y poco a poco fue dándome minutos y poco a poco fue confiando cada vez más en mí, hasta el punto de que fui el segundo jugador que más minutos jugó y prácticamente creo que jugué en todas las posiciones.

Los viajes, entrenos y partidos hicieron que nos conociéramos mejor y a mi me encantaba charlar con él y escucharle. Las charlas motivadoras antes de los partidos, durante los entrenamientos y demás me encantaban hasta el punto de que, en un viaje a Galicia, le dije: “Mister ¿y tú por qué no escribes algo?” El contestó que te gustaba mucho escribir y que tenía algunos relatos que guardaba en casa. Tráeme alguno Miguel, me encantaría leerlos.

me veo reflejado en algunos de esos niños con los que jugaba, que me hacen recordar con añoranza mi infancia y que, en algunos momentos, hasta se me empaña la lectura

Algunos de los que me trajo ya los leí en aquel entonces y los he vuelto a releer y tengo que volver a decirle, igual que le dije hace unos años, que me encantan, que me emocionan muchísimo, que me veo reflejado en algunos de esos niños con los que jugaba, que me hacen recordar con añoranza mi infancia y que, en algunos momentos, hasta se me empaña la lectura. Lo que no leí entonces y ahora he leído más de dos veces ha sido el prólogo de su niña. Y, quizás muy sensibilizado por mi reciente paternidad, me parece que es uno de los mejores regalos que un hijo puede hacer a un padre ¡Impresionante!

Creo que aquella temporada fue muy especial y Miguel fue uno de los principales protagonistas de que así fuera. Podría decir con total seguridad que fue el mejor año futbolístico de mi vida. Me transmitía esa confianza que los jugadores necesitan, buscaba las palabras justas y momentos precisos. Nunca he rendido tanto con ningún otro entrenador.

Después, con el tiempo me di cuenta de que no era sólo su faceta de entrenador, sino que era un estilo de vida, una personalidad fuerte, ideas muy claras, de mirada a los ojos, íntegro, capaz de dejar escapar la oferta de su vida por sus ideas o por un presidente o director deportivo que se quisiera meter en su trabajo.

El equipo quedó en muy buena posición y a mí me llamaron algunos equipos de segunda que me ofrecían contratos profesionales. Pero lo realmente importante es que aquel Fuenlabrada jugó a tan buen nivel porque éramos como en el cuento de “Los niños de la tarde.”

Adobe Photoshop PDFY Casado era el que marcaba a Garrincha.
Y Dani, el mudo.
Y Guti, el capitán…

Y jugábamos con tanta ilusión que parecía que cada domingo íbamos a enfrentarnos al mismo Brasil y con la confianza del Mister de que éramos capaces de ganarles porque hasta Pelé, que no es dios, pero casi, terminó con ganas de dejar el fútbol.

Sergio Romero